Sourire Champagne.

Hoy me ha ocurrido algo inédito en el metro. Bueno, siempre me ocurre algo pero no todo es digno de contar. Por regla general, me pongo los cascos, y me dedico a lo que yo llamo mis lecturas en el metro. Por ejemplo, no sé aprovecho para leer en él libritos como el de L´amour ne dure que trois ans de Beigbeder, La liseuse de Fournel, por poneros un ejemplo.

Pero hoy durante el trayecto me tropecé con Le Contrôleur du bonheur... (El revisor de la felicidad).  Este santo varón nos contó que vivir en Sarkolandia era el infierno Disney. Y que estaba dispuesto a arrancarnos a todos y cada uno de  los que estábamos en el vagón una sonrisa y definirla.  Es cierto que nada hay más triste y sórdido que el metro de París.

La gente no se mira, no habla, no sonríe y el negro y el gris son los colores por excelencia.

Así que ni corto ni perezoso se puso manos a la obra y logró arrancar una sonrisa voladora (pero yo ésta ya la conocía) una sonrisa de príncipe azul, una sonrisa de acordeón y al llegar a mí, me dijo que la mía era "pétillante, de champagne",( burbujeante, champagne) que tenía un sourire champagne.

Tras el espectáculo que montó, le dimos todos unas monedas.  Saliendo del metro me acompañó hasta el lugar donde trabajo, le di un cigarro y nos despedimos.

Luego di mis clases como siempre pero sin dejar de pensar en eso de la sonrisa champagne.

Total que cuando terminé y les di el trabajo de rigor a mis estudiantes con la misma sonrisa de horas antes, les pregunté : Il vous semble que j´ai un sourire champagne, pétillant?.

A lo cual, el más avispado de ellos me contestó.

- Champagne, non, Madame, Bordeaux. 

Lo miré  como sólo ellos saben que los miro cuando algo no va bien y añadió :

- Mais il pétille.

De regreso a casa, en el metro de nuevo empecé a reírme y sonreír probando ese sourire champagne... hasta ahora.

Aunque la verdad, es que no sé muy bien lo que me quiso decir.

¿Qué será un sourire champagne?

Aún ando dándole vueltas.