Se lo dijo una y mil veces. Se
lo repitió hasta la saciedad. Lo sabía. Lo intuyó desde el primer día, pero es
tan fácil mentirse como buscarse un sueño en alguna nube aparcada en el cielo o
en alguna luciérnaga fugaz.
Luego fue estrella, y feneció, aislada, hasta
que deshecha en su purpurina, paulatinamente fue convirtiendo su brillo en mate,
máscara sin magia, cuerpo sin destello, lentejuela en el abismo, cuento opaco
de sombras sin incendio en la noche, cenizas, polvo noctámbulo. Y fue entonces cuando el tiempo
se enrabietó, y le gritó al oído que existía el dolor más allá de los sueños,
disfrazado de luna.
A fuerza de intentarlo sabía
que acabaría por lograrlo, como en un entrenamiento constante y diario, a razón
de varias horas por día. Primero lo echó
todo por la borda, luego intentó recomponer los pedazos de un cristal tan
frágil que se cortó las yemas de los dedos, y en un arrebato lo arrojó todo al
mar.
Entre su regazo y mis brazos
brotó un milagro de almendras y ternura. Ahí no cabían ni las miradas recelosas,
ni el chirrido de los celos ni la rabia, ni el cascabelear de las sospechas, ni
el mortecino alarido silencioso de los reproches con carcoma, ni la triaca ni
el bálsamo para la herida que vendría después.
En el sueño habitaba el orden; de entrada desearnos y amarnos, luego
extrañarnos bajo la sutileza efímera de la añoranza, alcanzando después la cúspide del
sufrimiento, muros, ladrillos como atalayas erigidas en la distancia de lo que
sabemos inalcanzable.
Lo sabíamos. Ni siquiera
intentamos traicionarnos ni mentirnos.
Hoy que el barro ha confundido
los pasos y los estigmas, que llueve, y que el olvido se refugia en las
varillas de un arrinconado paraguas bajo el
ángulo oscuro de algún bar, llora prosaísmo y realidades. Imposible permanecer impermeable, fragilidad
etérea de un ser que se desvanece y se va quitando la piel, las pieles de un
viejo yo, que sigue caminando sin rumbo
fijo ante las veletas circunstancias de la vida.
Imposible permanecer impremeable porque tanto la lluvia como las lágrimas nos dan tanto como nos quitan.
ResponderEliminarUn abrazo
Ser impermeable aleja humanidad
ResponderEliminarParpadeos que conforman una vida. Así es, tan leve, tan pesada.
ResponderEliminarBesos, muchos besos
"un milagro de almendras y ternura", qué hermoso
ResponderEliminarBesos
deja que todo sea nada más que humo.
ResponderEliminarel humo no pesa
no parpadea
no es sueño
la costra de ternezas es permeable y la lluvia puede ablandarla.
besos
Y la piel se seguirá quitando hasta el final.
ResponderEliminarBesos Evita.
Te he leído sintiendo que tu prosa era música, sin letra, nunca me había ocurrido, espero que me suceda mas veces porque he disfrutado de forma diferente :)
ResponderEliminarYa ves, el dicho "no te acostarás sin aprender una cosa nueva", esta vez ha funcionado.
Besos y salud
Un ir y venir por las arterias de la mente . Un caerse y levantarse a puro tesón. Un dolor que late para que no se olvide. Una realidad que se afronta con valentía. Un sueño que se desea alimentar, pero...
ResponderEliminarBesos
aquí otra que camina sin rumbo fijo...
ResponderEliminartodo un arte el de dejarse llevar, a veces, por las circunstancias...
que me ha encantado!!
y un montón de besotes!!
Vas a tener que darme lecciones para escribir: vaya delicadeza.
ResponderEliminarBesos EVA.
Me ha encantado eso de la nube aparcada en el cielo.
ResponderEliminarCreas unas imágenes maravillosas, Zarzamora.
Chapeau!!!!
Salu2, Madreselva.
Uno de esos textos que me callan. Tal es mi comentario.
ResponderEliminarAplaudiendo, como siempre.
Un beso.
Me conmueve tu sensibilidad, Zarzamora.
ResponderEliminarEso.
Y mucho.
Fácil, sí, como soñar estrellas fugaces, que deslumbran un efímero momento y dejan nada.
ResponderEliminarUna vez más, te felicito por tu buen hacer tejiendo palabras, y por esa sensibilidad que traspasa la pantalla.
Besos, querida rebelde