Salgo
a la calle, respiro el mundo, chapoteo por los charcos, le compro a Hamed unas castañas en las que me retorna envuelto en todas ellas, en un cucurucho con él el suelto, todo su calor a manos llenas, y como premio, las dejo arrebujaditas en
el bolsillo bajo las entretelas de la infancia que recién me acaba de regalar y sin sospecharlo siquiera, mientras me envía un guiño.
Es temprano, salgo a buscar la prensa, y me
siento en el café de todos los días, te mando un mensaje, nos enviamos pétalos de rosas al
aire desde el balcón y nos contamos que esta noche encenderemos la chimenea.
Deshaces
el nudo de la primera guirnalda y me lo colocas en el pelo en forma de corona,
soñamos con la luna y ponemos en marcha una de las del viejo Frank para festejar un siglo de
blues y de sirenas melancólicas compartidos entre mis pómulos y los tuyos pegaditos, y juntitos, bailando un slow bajo una luna que suspiraba lágrimas cuando nos adivinaba bajo ese The way you look tonigth...
Afuera
llueve. No es una novedad, qué sería de nuestro París sin aguaceros, ni esos
jueves que nos están esperando y en los que pereceremos sin recuerdo alguno.
Desde
que la esperanza ha hecho nido en tu boca, cada día cuando despierto acontece
esa luminiscencia entre los grises de este otoño que agoniza con aquellas
inmarcesibles hojas que si bien muertas, siemprevivas reverdecen nuestros recuerdos, la efervescencia en las
pupilas, la magia que logra operar lo etéreo en este punto melifluo en el que
alcanzamos lo inefable.
Te
pienso hoy como hogaño, en mi sutil retirada y rodeada de esas limerencias
encantatorias (me gusta inventarme palabras cuando te escribo y neológicamente reinventarnos
en diccionarios nuevos despojados de reglas y sintaxis) que subyugan cada peca de tu piel, ante la
aurora del olvido equidistante de lo efímero.
Cuando
logramos sortear esas piedras con las que tropezamos mal, y /o al menos más de dos veces, cuando la soledad en
los hospitales nos muestra por la rendija de alguna grieta desconchada en la
pared otrora blanca de habitaciones con tubos de oxígeno y palabras muertas,
dónde está o tal vez donde estuvo la salida desde el origen de la entrada en la
cueva, cuando abrimos las puertas, y renace con toda su magia plena la incandescencia de la
vida, dejando de lado como una vieja escoba en el rincón de la cocina el
desenlace de la soledad para abrirle paso a la epifanía de un presente con cara
de futuro, escurridizo, efímero y por ello tan atractivo… que asusta hasta al mañana
con su carita de auroras boreales.
Recuerdo
el latido de tu tinta cuando los dedos escapándose de tus manos columpiaban el
teclado hasta volar hacia la niña de mis ojos, cuando la elocuencia de la
madrugada, y sin bostezos, nos bastaba
para columpiar una alharaca de cuentos que hablaban casi siempre de amor, nunca
de rencores ni reproches.
Agazapada,
arrebujada y levantando el cuello del abrigo hasta la puntita de la nariz con
las manos, toda ella altiva y respingona al horizonte (mi nariz) , y con las
manos enguantadas bajo el calor de la bufanda y la boina parisina mientras me
dirigía al café desde el que te escribo ahora, y nos imagino como dos sonámbulos de épocas
perfumadas de arreboles, y veo nuestras bocas con ese brillo de nubes rojas
anunciando horizontes nuevos, sonrío.
Te
encontré una primavera llena de abril que nadie nos ha robado, fuiste la
serendipia más bella que pude soñar como literatura desmembrada en el país del
consuelo, la nota dulce que embriaga todo un minuto en las manos traviesas de
un Chopin, en la algarabía de ángeles que bailan por las cúpulas de una ópera
sincera, que no prima, en las alas de Chagall, un boeuf écorché subyugado en las
costillas de adanes pseudopsicoanalistas, el aliento del eucalipto por
carreteras con un desvío que llevaba hacia el Norte, y un mar austero oteado
por una cabra que sabía hablar francés sacándole la lengua a la de Mme Seguin. Traviesos niños con arrugas que saben que el amor existe...
Te recuerdo, y que bueno, que te tengo en este ahora que no sabe de pasados cítricos que se mezclan con canelas y tequilas.
Y aquí la nuestra...
No necesito tu mano,
sólo
No necesito tu mano,
sólo
abrázame y bailemos.
;)
Esto es escritura de la buena. Esto es persona buena de la buena.
ResponderEliminarVen...
Eliminarbailemos...
Jo niña, me has dejado embelesado con la lectura, entre otras muchas sensaciones, casi he podido saborear las castañas de Hamed compartiéndolas los dos de los bolsillos, porque yo también las ponía ahí...jajaja
ResponderEliminarPor cierto, se ha colado esa "c" traidora en Frank...jajaja
Verás como te parece mejor cuando la borres; si quieres claro, que a mi no me molesta en absoluto... :)
Besos y salud
Yatá.
EliminarCorregido...
Y gracias, corazoncete.
Una c es una kk menos...
;)
Y a mi que el que canta en el video no me parece Frank, tiene la voz mucho mas aguda ¿No?...
ResponderEliminarBesos y salud
El primer vídeo es la version de T Bennett...
Eliminar;)
Eres genial!!
Nadie podría engañarnos en estas versiones, eh, viejo zorro??
Y que podamos cantarlas así jazzeando la próxima vez en ese Almonte nuestro y cantando a capela.
¡Si!
Besos, venezolanito asturiano.
Después de leerte ¿quien se resiste a bailar?
ResponderEliminarSííííiíííííííi´, bailemos.
Homenajes y voces míticas
ResponderEliminarBailemossssssssssssssssss! jajaja
ResponderEliminarUn tequila pa'empezar por fa =))))
¡A bailar, mientras la lluvia canturrea en los charcos y la luna descansa su palidez detrás de las nubes!
ResponderEliminarQué inspirada estás ¿eh, Zarza? Te felicito.
Abrazos y besos.
Bailando con los recuerdos.
ResponderEliminarBesos
Maravilloso. Yo me comería unas castañas. Un abrazo y a bailar.
ResponderEliminarQué bonito, Eva. Qué bien sabes recorrer el bulevar del sentimiento a cualquier hora, en cualquier lugar, bajo la lluvia del cielo o la lluvia musical por la que te dejas envolver y nos envuelves plácidamente.
ResponderEliminarMe ha encantado.
Besos miles.
En un día de lluvia
ResponderEliminarnada como el calor
de las castañas
arrebujaditas en
sentimiento.
Una preciosidad.
Besos
Me ha gustado pasear escondida en tu bolsillo calentita con las castañas, escuchando tus taconeo que repica contra la lluvia a dos compases que se encuentran.
ResponderEliminarUn beso
El relato urbano se te da de maravilla con esas atmósferas nostálgicas que van hilando al compás del piano los vaivenes del corazón entre miradas y besos entre la niñez y el ahora. Una mirada sentida que llega hasta los espejos cimientos de la existencia y donde permanente otea el amor desde el gris de la ciudad y el calor de la carne.
ResponderEliminarBesos mi Cantaora!!!
una maravilla empezar la semana leyéndote!!!
ResponderEliminarque me ha encantado el post!! luego vuelvo a escuchar las canciones, que aquí en el despacho no me dejan...
besotes!!!
Hay personas que te regalan cosas sin saberlo, como Hamed que esconde pedacitos de infancia entre las castañas, o como tú, que nos entregas dulces caricias entre las letras que nos regalas.
ResponderEliminarMe ha encantado encontrar tu sitio. Con tu permiso, me quedo.
por la cintura...
ResponderEliminarBesos
Enjoy
ResponderEliminar¡Qué preciosidad! Me encantaría que alguien me escribiera así a mí, sinceramente :)
ResponderEliminarme ha gustado como ves los momentos de la vida
ResponderEliminarfeliz diciembre
¡Qué preciosidad! solo puedo decirte eso EVA, si de tu interior puedes trasladar tantísima belleza a cada una de las letras que acabo de leer es que estás atiborrada de belleza dentro cielo, eres belleza con patas .. aun cojeando, si acaso, que no lo sé, bellísima !
ResponderEliminarUn beso graaande y feliz navidad parisina si la pasas ahí o lo que sea que quieras festejar donde sea que lo hagas MmuuuaaaksS!
Pero que grande eres, rebelde!!!
ResponderEliminarQué sería de París sin lluvia y mi mundo sin leerte aunque llegue tarde.
Esas castañas me han llevado a la infancia.
Besos, querida mía
Buen encuentro, deduzco, Zarzamora.
ResponderEliminarLa última vez que compré castañas asadas me salieron podridas más de la mitad y me dio tanta rabia haber sido estafado que, desde entonces, hace ya años, no he vuelto a comprar más. ¡Que les den, a los estafadores!
Salu2 castañuelos.