sábado, 12 de diciembre de 2015

Castañas con Frank y Hamed, mientras afuera llueva...


Salgo a la calle, respiro el mundo, chapoteo por los charcos, le compro a Hamed unas castañas en las que me  retorna envuelto en todas ellas,  en un cucurucho con él el suelto, todo su calor a manos llenas, y como premio,  las dejo arrebujaditas en el bolsillo bajo las entretelas de la infancia que recién me acaba de regalar  y sin sospecharlo siquiera, mientras me envía un guiño.

Es temprano, salgo a buscar la prensa, y me siento en el café de todos los días, te mando  un mensaje, nos enviamos pétalos de rosas al aire desde el balcón y nos contamos que esta noche encenderemos la chimenea. 
Deshaces el nudo de la primera guirnalda y me lo colocas en el pelo en forma de corona, soñamos con la luna y ponemos en marcha una de las del viejo Frank para festejar un siglo de blues y de sirenas melancólicas compartidos entre mis pómulos y los tuyos pegaditos, y juntitos,  bailando un slow  bajo una luna que suspiraba lágrimas cuando nos adivinaba bajo ese  The way you look tonigth...




Afuera llueve. No es una novedad, qué sería de nuestro París sin aguaceros, ni esos jueves  que nos están esperando y en los que pereceremos sin recuerdo alguno.
Desde que la esperanza ha hecho nido en tu boca, cada día cuando despierto acontece esa luminiscencia entre los grises de este otoño que agoniza con aquellas inmarcesibles hojas que si bien muertas, siemprevivas reverdecen  nuestros recuerdos, la efervescencia en las pupilas, la magia que logra operar lo etéreo en este punto melifluo en el que alcanzamos lo inefable.
Te pienso hoy como hogaño, en mi sutil retirada y rodeada de esas limerencias encantatorias (me gusta inventarme palabras cuando te escribo y neológicamente reinventarnos en diccionarios nuevos despojados de reglas y sintaxis)  que subyugan cada peca de tu piel, ante la aurora del olvido equidistante de lo efímero.
Cuando logramos sortear esas piedras con las que tropezamos  mal, y /o al menos más de dos veces, cuando la soledad en los hospitales nos muestra por la rendija de alguna grieta desconchada en la pared otrora blanca de habitaciones con tubos de oxígeno y palabras muertas, dónde está o tal vez donde estuvo la salida desde el origen de la entrada en la cueva,  cuando abrimos las puertas, y renace con toda su magia plena la incandescencia de la vida, dejando de lado como una vieja escoba en el rincón de la cocina el desenlace de la soledad para abrirle paso a la epifanía de un presente con cara de futuro, escurridizo, efímero y por ello tan atractivo… que asusta hasta al mañana con su carita de auroras boreales.
Recuerdo el latido de tu tinta cuando los dedos escapándose de tus manos columpiaban el teclado hasta volar hacia la niña de mis ojos, cuando la elocuencia de la madrugada, y sin bostezos,  nos bastaba para columpiar una alharaca de cuentos que hablaban casi siempre de amor, nunca de rencores ni reproches.
Agazapada, arrebujada y levantando el cuello del abrigo hasta la puntita de la nariz con las manos, toda ella altiva y respingona al horizonte (mi nariz) , y con las manos enguantadas bajo el calor de la bufanda y la boina parisina mientras me dirigía al café desde el que te escribo ahora, y  nos imagino como dos sonámbulos de épocas perfumadas de arreboles, y veo nuestras bocas con ese brillo de nubes rojas anunciando horizontes nuevos, sonrío.

Te encontré una primavera llena de abril que nadie nos ha robado, fuiste la serendipia más bella que pude soñar como literatura desmembrada en el país del consuelo, la nota dulce que embriaga todo un minuto en las manos traviesas de un Chopin, en la algarabía de ángeles que bailan por las cúpulas de una ópera sincera, que no prima, en las alas de Chagall, un boeuf écorché subyugado en las costillas de adanes pseudopsicoanalistas, el aliento del eucalipto por carreteras con un desvío que llevaba hacia el Norte, y un mar austero oteado por una cabra que sabía hablar francés sacándole la lengua a la de Mme Seguin. Traviesos niños con arrugas que saben que el amor existe...

Te recuerdo,  y que bueno, que te tengo en este ahora que no sabe de pasados cítricos que se mezclan con canelas y tequilas.

Y aquí la nuestra...

No necesito tu mano, 
sólo
abrázame y bailemos.

;)








25 comentarios:

  1. Esto es escritura de la buena. Esto es persona buena de la buena.

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  2. Jo niña, me has dejado embelesado con la lectura, entre otras muchas sensaciones, casi he podido saborear las castañas de Hamed compartiéndolas los dos de los bolsillos, porque yo también las ponía ahí...jajaja
    Por cierto, se ha colado esa "c" traidora en Frank...jajaja
    Verás como te parece mejor cuando la borres; si quieres claro, que a mi no me molesta en absoluto... :)
    Besos y salud

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    1. Yatá.
      Corregido...
      Y gracias, corazoncete.
      Una c es una kk menos...
      ;)

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  3. Y a mi que el que canta en el video no me parece Frank, tiene la voz mucho mas aguda ¿No?...
    Besos y salud

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    1. El primer vídeo es la version de T Bennett...
      ;)

      Eres genial!!
      Nadie podría engañarnos en estas versiones, eh, viejo zorro??

      Y que podamos cantarlas así jazzeando la próxima vez en ese Almonte nuestro y cantando a capela.

      ¡Si!
      Besos, venezolanito asturiano.

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  4. Después de leerte ¿quien se resiste a bailar?
    Sííííiíííííííi´, bailemos.

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  5. Bailemossssssssssssssssss! jajaja

    Un tequila pa'empezar por fa =))))

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  6. ¡A bailar, mientras la lluvia canturrea en los charcos y la luna descansa su palidez detrás de las nubes!
    Qué inspirada estás ¿eh, Zarza? Te felicito.
    Abrazos y besos.

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  7. Bailando con los recuerdos.

    Besos

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  8. Maravilloso. Yo me comería unas castañas. Un abrazo y a bailar.

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  9. Qué bonito, Eva. Qué bien sabes recorrer el bulevar del sentimiento a cualquier hora, en cualquier lugar, bajo la lluvia del cielo o la lluvia musical por la que te dejas envolver y nos envuelves plácidamente.
    Me ha encantado.
    Besos miles.

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  10. En un día de lluvia
    nada como el calor
    de las castañas
    arrebujaditas en
    sentimiento.

    Una preciosidad.

    Besos

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  11. Me ha gustado pasear escondida en tu bolsillo calentita con las castañas, escuchando tus taconeo que repica contra la lluvia a dos compases que se encuentran.
    Un beso

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  12. El relato urbano se te da de maravilla con esas atmósferas nostálgicas que van hilando al compás del piano los vaivenes del corazón entre miradas y besos entre la niñez y el ahora. Una mirada sentida que llega hasta los espejos cimientos de la existencia y donde permanente otea el amor desde el gris de la ciudad y el calor de la carne.
    Besos mi Cantaora!!!

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  13. una maravilla empezar la semana leyéndote!!!
    que me ha encantado el post!! luego vuelvo a escuchar las canciones, que aquí en el despacho no me dejan...
    besotes!!!

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  14. Hay personas que te regalan cosas sin saberlo, como Hamed que esconde pedacitos de infancia entre las castañas, o como tú, que nos entregas dulces caricias entre las letras que nos regalas.
    Me ha encantado encontrar tu sitio. Con tu permiso, me quedo.

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  15. ¡Qué preciosidad! Me encantaría que alguien me escribiera así a mí, sinceramente :)

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  16. me ha gustado como ves los momentos de la vida
    feliz diciembre

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  17. ¡Qué preciosidad! solo puedo decirte eso EVA, si de tu interior puedes trasladar tantísima belleza a cada una de las letras que acabo de leer es que estás atiborrada de belleza dentro cielo, eres belleza con patas .. aun cojeando, si acaso, que no lo sé, bellísima !

    Un beso graaande y feliz navidad parisina si la pasas ahí o lo que sea que quieras festejar donde sea que lo hagas MmuuuaaaksS!

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  18. Pero que grande eres, rebelde!!!

    Qué sería de París sin lluvia y mi mundo sin leerte aunque llegue tarde.

    Esas castañas me han llevado a la infancia.

    Besos, querida mía

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  19. Buen encuentro, deduzco, Zarzamora.
    La última vez que compré castañas asadas me salieron podridas más de la mitad y me dio tanta rabia haber sido estafado que, desde entonces, hace ya años, no he vuelto a comprar más. ¡Que les den, a los estafadores!
    Salu2 castañuelos.

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Rebeldes que dejaron su zarzamora