E.M
Llegaste
a mí como una tromba de agua fresca.
Dibujando
luciérnagas, pintando de rojo las paredes y tatuando moras en las cicatrices
de cada ladrillo de este zulo oscuro. Se
abren las nubes en el cielo de nuestras bocas, y las páginas volatilizan sus
letras, preservando un te quiero en nuestro marca páginas.
Navegando
por las contradicciones, que como las olas bañan las resacas de los
pensamientos, vaivén infinito de idas y vueltas interminables, sin reproches ni
dudas, enroscadas todas en este dolce far niente tintado de azurro,
alejado el pensamiento de ataduras racionales, despierto en el limbo del
sin sentido, sin atar al corazón, dejándolo desbocado, a rienda suelta, y al
galope.
Que
se desprenda del cuerpo y que se rinda ante lo ingrávido, dejándolo mudo en esa
languidez que se quita el sombrero ante las despedidas y los
reencuentros.
Que
sienta solo y no se acobarde, que se acurruque en esa boca que aletea, o en ese
semen que se desperdicia o en los muslos abiertos de un amanecer que huele a la canela de tu piel.
Abandonarse
al instante, besarle en la boca, oler esa flor que colocas entre los mechones
disueltos de mi pelo y mi oreja izquierda. Besarte las manos que hacen justicia
por mí, dejarte entrar por la puerta grande y regalarte todas mis dudas y mis
promesas incumplidas, mis reproches, y los desdeñados vodkas rojos de mi boca.
Dejarte las facturas del pasado en la mesita de noche, recoger mi cepillo de
dientes y regalarte un beso en la frente antes de que despiertes, y luego uno de lluvia de abril para mojarte los labios.
Y
luego soltarte, e irme, y ver en la arena de cualquier playa tus huellas
lejos de mis silencios, y deshacerme de lo que fue sólo mío, ahogarlo en la
espuma de las crestas sonrientes de una marea que crepite sin fin bajo los
tardíos rayos del sol que se adormecen en la orilla, y saborear este instante
en el que me desprendo de ti y como en un cuadro de Chagall, vernos volar de la
mano por las cúpulas de un verso que se durmió en el suspiro de una ola.
Y
horas después, llevarme el libro bajo el brazo, tu rosa, y seguir leyendo, pero
en otro bar, y en otra ciudad, hasta el próximo desencuentro, en el
que aquella vieja canción nos aúne de nuevo en esos puertos, que de tan
nuestros, ya son de nadie.
Louis Stettner, Parc Marigny, Champs Elysées, Paris
Y tras mis pupilas, las ramas de tus ojos, y los labios rojos que nos besan los tres tiempos...
Un texto lleno de romanticismo y melancolía. Me gustó mucho.
ResponderEliminarLa canción es una de las que me gustan. Igual Leonardo Favio dejó en el aire muchos poemas cantados.
Un beso Eva.
Genial el texto, y la canción, me ha gustado mucho este post.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Zarzamora, feliz finde, amiga.
El pan de cada día: los desencuentros.
ResponderEliminarBesos
todo el texto magistral, pero el último párrafo de la primera parte: REONDO, niña, REONDO
ResponderEliminarUn besazo.
Los colores y las lecturas de tus ojos son especiales
ResponderEliminarAnda que no hace años que no escuchaba al Leonardo... :)
ResponderEliminarTu, tus pensamientos y tus letras, son inmensamente grandes...
Besos y salud
Darte sin tenerte, encontrarte para perderte, soñarte para mantenerme despierta.
ResponderEliminarSon tantas las imágenes que provocan tus palabras que solo bañándome en la noche iluminada del recuerdo de un Chagall creo atisbar a comprenderte, gracias por el regalo
¡Menos mal que decías que a nivel escritura estás seca!
ResponderEliminarEsto fue todo un chaparrón de imágenes, metáforas y sentimientos.
Leonardo Favio, hace cuánto que no lo escuchaba... gracias.
Besos y abrazos, Zarcita.
¡ Pero que grande eres mi niña ! La canción me encanta, hacía mucho tiempo que no la escuchaba. Besos calurosos, como de 40 grados.
ResponderEliminarBien!!!! =))))
ResponderEliminarBesos Eva
Abre la ventana, asómate a oír mis aplausos ( algo parecido)
ResponderEliminarSaludos,
mira que se te da bien esto de crear imágenes deletreando sentimientos...
ResponderEliminary mira que me encanta a mí pasar por aquí!!
besotes!!!
Tal vez todo reside en ese desprenderse del cuerpo y rendirse ante lo ingrávido...
ResponderEliminarMi aplauso y mi cariño, querida Eva.
Un bello texto, como todos, Zarzamora.
ResponderEliminar¡Qué bien escribes y cuántas imágenes sabes crear!
Salu2 admira2.