A él se le notaba muchísimo que se había quedado atascado
en una época más bien aburrida y grisácea de su propia existencia. No es
obligatorio, pero en estos casos se nota cómo se le despierta a uno la
impaciencia y la líbido.
había acabado por cambiar el placer inmediato contra
un cierto principio de realidad lastimera en la que ya me había reconocido en algún que otro manual para cretinos emocionales.
El caso es que no me gustó de entrada.
Y eso antes de que
me cogiese por la cintura como un buen actor de cine de reestreno en uno de
esos salones chics de la Rive Gauche, cuando me lo presentó Margot como el
"célebre", el "famoso" Maxime, y luego como "un ser singular, especial,
generoso, de gran corazón", etc etc... fórmulas de las que ya hubiese
debido huir en ese mismo instante tras haber sido pronunciadas.
Iba vestido con un pantalón corto y una camisa a la que
no le faltaba ningún color del arcoíris. Había en él y en su atuendo algo
demasiado sofisticado tras esos aires pasoteros. Tanto estilo rebuscado me
irritaba las pupilas y escocía en la retina.
Resumiendo: que ya lo había olvidado, y sin pena ni
gloria, incluyendo nuestra segunda cita.
Pero una noche de esas que sales de trabajar y en lugar
de volver a casa te diriges a casa de Margot, la chica chic de los aperitivos
mundanos en el que conocí a Max; una de esas noches en las que no te apetece
volver a casa, un bajón de jueves otoñal, por ejemplo. O igual es que ni tenía nadie en qué pensar. La verdad, tampoco me lo planteé.
Y oupss. Allí estaba él.
Me hubiese gustado hasta tener algo que decirle cuando
Margot fue a la cocina a buscar unas servilletas de papel, pero es que de lo
que hablamos no retuve nada de nuestra conversación, tan trasparente y gris
como un calabobos matinal.
No recuerdo ningún gesto en particular ni ambiente alguno
aterciopelado para acompañar con un tinte de ambrosía aquel instante, nada que
pudiese sorprenderme el corazón.
Y sin embargo fue aquella misma noche cuando con todo el ardor del mundo me había mostrado la
maqueta de su último disco, y luego su último proyecto literario, y me había pedido que se lo tradujese y que de
poder ser hasta le trastocase todos los gerundios.
Por mi parte hubiese tenido
que encontrar todo aquello fascinante y conmovedor. Margot al regresar de la
cocina agitaba las manos y decía lo valiente que era, - es la palabra- valiente
por haberse lanzado a llevar a cabo sus sueños y no rendirse con la que está cayendo hoy en día culturalmente hablando.
Yo es que en el fondo no entiendo muy bien aún hoy en qué
consiste y reside la valentía de confeccionar
objetos, crearlos, escribirlos,
componerlos, y tener que sentirse obligados a mostrárselos al mundo entero
después; pero para no parecer una amargada ni una desagradecida, le agradecí su
propuesta y le mostré un tímido interés con un discreto cumplido.
Y ¡ay! fue entonces cuando Maxime me invitó con Margot a
pasar un fin de semana en Normandía, y es que en realidad las cosas suceden así
una tras otra, tras una conversación de lo más tonta, cuando va y dices, vale, me
parece una buena idea.
Me ha llevado mi tiempo entenderlo, pero las cosas en
realidad son simples, se trata de ser ligera con un toque de lucidez; y seria
con una chispa de travesura. Et voilá!! On y est!!
Es a nivel de las tonterías, del “je ne sais quoi” donde
me lío y me monto el follón padre. En fin que todo es cuestión de saber “dosificar-se”.
El caso es que ese fin de semana, y antes de que hubiese
llegado, ya me tenía cansada y antes de acostarme, ese mismo martes…
No volví a pensar en él (fin de) hasta que me llamó Max, no me
atreví a echarme para atrás al oír mis propios argumentos salir de su boca, sólo añadí que llegaría tarde, muchas cosas por hacer antes de ese viernes noche, cuestión de recortarme el suplicio.
(Continuará)
No tengo ni la menor idea de como va a continuar, pero promete...:)
ResponderEliminarBesos y salud
esto tiene una pinta muy buena
ResponderEliminarEstá siendo bien contado este amor visto y no visto.Al fin y al cabo, como casi todos.
ResponderEliminarPero siempre siempre y todos todos dejan huella en nuestra memoria sentimental.
Saludos Eva.
Lo que al principio molestaba, el trato lo suaviza...
ResponderEliminarEstoy deseando leer la continuación.
ResponderEliminarEstá claro, Cupido ha hecho de las suyas. El muy taimado lanza dardos ligeramente envenenados con pequeñas dosis de morbo, interés, curiosidad, aparente desprecio... y va dejando que la ponzoña haga su efecto.
ResponderEliminarSalu2, Zarzamora.
Esto se pone muy interesante.
Aconsejo à los Max-es afilar sus armas para llegar a tu nivel cuando las Marta-s volveran a la cocina...
ResponderEliminarHace tiempo que os leo con retraso, apenas veo algunas publicaciones.
ResponderEliminarParece interesante, y saber dosificarse es importante, las cosas empiezan como a lo tonto, pero luego siguen, espero la continuación.
Un abrazo.
Ambar
Un texto que manifiesta el desgano, casi la indiferencia de ella... y que se interrumpe en el momento adecuado, para dejar en ascuas al lector.
ResponderEliminarHabrá que esperar como se desarrolla el próximo encuentro.
Besotes, Zarcita.
Mmmmm va cayendo, va cayendo en las garras! ;)
ResponderEliminarLista para la continucación! :D
Besos y buen fin de semana Eva =)))
Espero la continuación. Besos.
ResponderEliminarPues se va poniendo bueno, a lo que sigue vamos...
ResponderEliminarAbracitos
De entrada da sarpullido.
ResponderEliminarUn punto a su favor: saber que el abuso de gerundios empobrece y no es culto (manual de corrección de estilo, jajajaja)
Sigo leyendo... ;)